Tiene la esperanza del cielo y el temor del infierno como los móviles indicados y propios de una vida virtuosa; queda en esto bastante por debajo de los mejores entre los antiguos y hace lo necesario para dar a la moralidad humana un carácter esencialmente egoísta, separando los sentimientos del deber en cada hombre de los intereses de sus semejantes, excepto cuando un motivo egoísta le lleva a tenerlos en cuanta. Es esencialmente, una doctrina de obediencia pasiva; inculca la sumisión a todas las autoridades constituidas.
Sobre la libertad.
John Stuart Mill.