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167 # La palabra

Naturaleza: gracias por este don supremo
Del verso, que me diste:
Yo soy la mujer triste
A quien Caronte ya mostró su remo.
¿Qué fuera de mi vida sin la dulce palabra?
Como el óxido labra
Sus arabescos ocres,
Yo me grabé en los hombres, sublimes o mediocres.
Mientras vaciaba el plomo, caliente, de mi pecho,
No sentía el acecho,
Torvo y feroz, de la sirena negra.
Me salí de mi carne, gocé el goce más alto:
Oponer una frase de basalto
Al genio oscuro que nos desintegra.

 


"Ocre"
Alfonsina Storni.
                                                                                                                                    Antología Mayor.

023 # "Hugo Helas!"


Todo discurso sobre Victor Hugo suele empezar con una afirmación de Gide: cuando le preguntaron quién era el mayor poeta francés, exclamó "Hugo, Helás!" ("Hugo,¡ay de mi!"). Si queremos ensañarnos, seguimos con la cita de Cocteau: "Victor Hugo era un loco que se creía Victor Hugo"

El grito de dolor de Gide significaba muchas cosas, pero ya se tiende a interpretarlo en el sentido de que Hugo (tambien y quizá precisamente el Hugo narrador) es un gran escritor a pesar de sus innumerables defectos, su grandilocuencia, su retórica a veces insoportable. La afirmación de Cocteau, en cambio es inexacta: Victor Hugo no es un loco que se creía Victor Hugo; Victor Hugo se creía Dios, o por lo menos su interprete autorizado.

... 

El gusto por el exceso explica por qué Cocteau podía tomar a Hugo por el Señor Dios, personaje excesivo por definición, que mueve el abismo para crear el cielo y la tierra, desencadena diluvios universales, hunde a los pecadores en las vísceras de la Gehena, y mucho más (¡pardiez, un poco de moderación!) 

...

Hugo se enternece por la fealdad irredimible de la araña y de la ortiga ("Quiero a la araña y a la ortiga / porque son aborrecidas.../ Oh, tú que pasas, sé amable con esa planta oscura, con el pobre animal, con su fealdad y su picadura./¡Ten piedad del mal!")

...

Un autor (a menos que no mire a los cuartos, y escriba sin esperanza de inmortalidad para modistillas, viajantes de comercio o amantes de la pornografía conocidos por sus gustos en ese preciso momento y determinado país) no trabaja nunca para el propio lector empírico, sino que intenta construir un Lector modelo, es decir, ese lector que, si acepta desde el principio las reglas del juego textual que se le propone, se convertirá en el lector ideal de ese libro, incluso mil años después...


Construir al enemigo.
Umberto Eco.



018 # El nombre de la rosa (XIV)


Cuanto más releo esta lista, más me convenzo de que es producto del azar y no contiene mensaje alguno. Pero esas páginas incompletas me han acompañado toda la vida que desde entonces me ha sido dado vivir, las he consultado a menudo como un oráculo, y tengo casi la impresión de que lo que he escrito en estos folios, y que ahoratú, lector desconocido, leerás, no es más que un centón, un carmen figurado, un inmenso acr´sotico que no dice ni repite otra cosa que lo que aquellos fragmentos me han sugerido, como tampoco sé ya si el que ha hablado hasta ahora he sido yo o, en cambio, han sido ellos los que han hablado por mi boca. Pero en cualquier caso, cuanto más releo la historia que de ello ha resultado, menos sé si ésta contiene o no una trama distinguible de la mera sucesión natural de los acontecimientos y de los momentos que la relacionan entre sí. Y es duro para este viejo monje, ya en el umbral de la muerte, no saber si la letra que ha escrito, contiene o no algún sentido oculto, ni si contiene más de un, o muchos, o ninguno.

Umberto Eco.