023 # "Hugo Helas!"


Todo discurso sobre Victor Hugo suele empezar con una afirmación de Gide: cuando le preguntaron quién era el mayor poeta francés, exclamó "Hugo, Helás!" ("Hugo,¡ay de mi!"). Si queremos ensañarnos, seguimos con la cita de Cocteau: "Victor Hugo era un loco que se creía Victor Hugo"

El grito de dolor de Gide significaba muchas cosas, pero ya se tiende a interpretarlo en el sentido de que Hugo (tambien y quizá precisamente el Hugo narrador) es un gran escritor a pesar de sus innumerables defectos, su grandilocuencia, su retórica a veces insoportable. La afirmación de Cocteau, en cambio es inexacta: Victor Hugo no es un loco que se creía Victor Hugo; Victor Hugo se creía Dios, o por lo menos su interprete autorizado.

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El gusto por el exceso explica por qué Cocteau podía tomar a Hugo por el Señor Dios, personaje excesivo por definición, que mueve el abismo para crear el cielo y la tierra, desencadena diluvios universales, hunde a los pecadores en las vísceras de la Gehena, y mucho más (¡pardiez, un poco de moderación!) 

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Hugo se enternece por la fealdad irredimible de la araña y de la ortiga ("Quiero a la araña y a la ortiga / porque son aborrecidas.../ Oh, tú que pasas, sé amable con esa planta oscura, con el pobre animal, con su fealdad y su picadura./¡Ten piedad del mal!")

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Un autor (a menos que no mire a los cuartos, y escriba sin esperanza de inmortalidad para modistillas, viajantes de comercio o amantes de la pornografía conocidos por sus gustos en ese preciso momento y determinado país) no trabaja nunca para el propio lector empírico, sino que intenta construir un Lector modelo, es decir, ese lector que, si acepta desde el principio las reglas del juego textual que se le propone, se convertirá en el lector ideal de ese libro, incluso mil años después...


Construir al enemigo.
Umberto Eco.