Durante muchos siglos y por parte de muchos se consideró que la maliginidad intrínsica del queso, su "nequicia", era preavisada y marcada por su olor, para muchos nauseabundo y nauseante, índice seguro de materia "mortecina", de residuo en descomposición, materia deletérea, sustancia pútrida nociva para la salud y terrible corruptor de los humores...
...Apenas ese cuerpo, bien compuesto no obstante y bien organizado, es encerrado en el sepulcro, cambia de color y se vuelve amarillo y pálido, pero de una palidez y de una lividez que produce náuseas e inspira miedo. Luego ennegrece por completo desde la cabeza hasta los pies, y una erupción sombría y negra, como de carbón, lo reviste y lo recubre. Después comienza a hincharse extrañamente por el rostro, por el pecho y por el vientre, sobre la hinchazón del estómago surge un moho fétido y graso, asqueroso indicio de la inminente corrupción. Al poco tiempo, el vientre así de amarillo e hinchado comienza a rasgarse, y se produce aquí un reventón y allá una rotura, por donde mana una lenta lava de podredumbre y porquería en la que flotan y nadan pedazos y fragmentos de aquella carne negra y purulenta. Aquí se ve flotar un medio ojo putrefacto, allá un pedazo de labio podrido y corrupto, y más adelante un grupo de intestinos rasgados y lívido. En este fango grasiento se genera además una gran cantidad de moscas menudas, de gusanos y de otros asqueroso animalitos que bullen y se aovillan en la sangre corrupta, y lanzándose sobre aquella carne marchita la comen y la devoran. Una parte de esos gusanos sale del pecho, otra parte fluye de la nariz junto con una sustancia sucia y mucosa; otros, enviscados en aquella putrefacción, entran y salen por la boca, y los más hartos van y vienen, gorgotean y regorgotean garganta abajo.
...A veces ,al leer de corrido todos los libros de Camporesi (que, en cambio, hay que dosificar) intentando representarnos con la imaginación aquello de lo que habla, podríamos sentirnos embargados por la saciedad y la sospecha de que entre desear nadar en la crema y desear nadar entre las heces no hay mucha diferencia.
Construir al enemigo.
Umberto Eco.