009 # El nombre de la rosa (VI)



Por eso no lo hicimos todo de una tirada. Nos detuvimos a curiosear en los armaria, ahora que, con sus nuevas lentes calzadas en la nariz, podría demorarse leyendo los libros, Guillermo prorrumpía en exclamaciones de júbilo cada vez que descubría otro título, ya fuese porque conocía la obra, porque hacía tiempo que la buscaba o, por último, porque nunca la había oído mencionar, y eso excitaba al máximo su curiosidad.

En suma, cada libro era para él como un animal fabuloso encontrado en una tierra desconocida. Y mientras hojeaba un manuscrito me ordenaba que buscase otros. 

Umberto Eco.