Afortunadamente Ursus no había ido nunca a los Países Bajos. Ciertamente le hubiesen querido pesar para saber si tenía el peso normal, pues si un hombre lo excedía o no lo alcanzaba era considerado brujo. En Holanda este peso era prudentemente fijado por la ley. Nada era más simple ni más ingenioso. Era una comprobación que consistía en poneros en un platillo, y si alterabais el equilibrio la irregularidad era evidente. Si pesabais demasiado, se os ahorcaba; si pesabais poco, se os quemaba. Todavía hoy puede verse en Ondewater la balanza que servía para pesar a los brujos, aunque actualmente se utiliza para pesar quesos. ¡Así ha degenerado la religión!
Ursus.
El hombre que ríe.
Victor Hugo.