Era un ruido de alas.
Se producía un incidente. El tormentoso incidente de los cementerios y de las soledades, la llegada de una bandada de cuervos.
Unas manchas negras voladoras sombrearon las nubes, atravesaron la bruma, se aproximaron, se amalgamaron, se amontonaron, apresurándose hacia la colina y profirieron gritos. Era como la llegada de una legión. Aquella miseria alada de las tinieblas se dejó caer sobre la horca.
Asustado, el niño retrocedió.
Los enjambres parecían obedecer a algún mandato. Los cuervos se habían agrupado sobre el patíbulo y hablaban entre sí. El graznido del cuervo es aterrador. Aullar, silbar, rugir, es propio de la vida; el graznido es aceptar con satisfacción lo putrefacto. Parece oirse el ruido que hace el silencio del sepulcro al romperse. El graznido es una voz en la que está contenida la noche.
Batalla entre la muerte y la noche.
El hombre que ríe.
Victor Hugo.