015 # El nombre de la rosa (XI)


La lámpara fue a parar justo al montón de libros que habían caido de la mesa y yacían unos encima de otros con las páginas abiertas. Se derramó el aceite, y en seguida el fuego prendió en un pergamino muy frágil que ardió como un haz de una hornija reseca. Todo sucedió en pocos instantes: una llamarada se elevó desde los libros, como si aquellas páginas milenarias llevasen siglos esperando quemarse y gozaran al satisfacer de golpe una sed inmemorial de ecpirosis. Guillermo se dio cuenta de los que estaba sucediendo y soltó al viejo- que al sentirse libre retrocedió unos pasos-; vaciló un momento, sin duda demasiado largo, dudando entre coger de nuevo a Jorge o lanzarse a apagar la pequeña hoguera. Un libro más viejo que los otros ardió casi de golpe, lanzando hacia lo alto una lengua de fuego.

Umberto Eco.