052 # El hombre que ríe (VI)

 Terminó el oleaje. El mar se apaciguó.

 Estos repentinos parones son propios de las borrascas de nieve. Una vez agotado el efluvio eléctrico, todo se tranquiliza, incluso la ola, que, en las tormentas ordinarias, conserva frecuentemente una prolongada agitación. En estas no. Nada prolonga la cólera del oleaje.

 Cómo un trabajador después de la fatiga, el oleaje se adormece inmediatamente, lo que casi desmiente las leyes de la estática, pero no sorprende en absoluto a los viejos pilotos, porque ellos saben que todo lo inesperado está contenido en el mar. 
 


Inesperada suavización del enigma.
El hombre que ríe.  
Victor Hugo.