231 # Bomarzo (X)

Mis ojos se apartaban entonces de la compañía e iban hacia el valle, donde una columna de humo, con tenues volutas amarillas, me aseguraba que Silvio de Narni seguía entregado a su desesperada labor, y en esas oportunidades me costaba determinar cuál era la auténtica de las dos verdades que a mi vista se brindaban y cuál la absurda fantasía: si el alquimista que, hundido como un topo en el seno de la tierra, rodeado de las efigies de los supremos taumaturgos, mezclaba sus filtros buscando la fórmula del oro y de la inmortalidad, o los hombres de letras que con bellas palabras astutas, esforzándose para hipnotizarse entre sí por medio de metáforas y emblemas, practicaban otra forma de magia, preciosa y estéril.

 

Bomarzo.
Manuel Mujica Lainez.